El árabe del futuro (Vols. 1 y 2), de Riad Sattouf

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Acaso por los recientes atentados perpetrados en Siria, Francia y Libia por el grupo terrorista Daech decidí saltar mi lista de espera y dar prioridad a los textos que estaban de alguna manera relacionados con el mundo árabe. Me decidí por los textos escritos desde un trabajo de la imaginación: ficción o ensayos. Junto a los ensayos de Bernard Lewis –que espero reseñar pronto–, estaba pendiente leer El árabe del futuro (Allary Éditions 2014-2015) de Riad Sattouf.

Riad Sattouf (París, 1978) es conocido por ser el único dibujante de origen árabe que colaboró con la revista gráfica Charlie Hebdo entre 2004-2014, y también se le recuerda como director de una película de relativo éxito, The French Kissers (2009). Como dibujante, ha publicado sus viñetas publicadas de Charlie Hebdo agrupadas en tres volúmenes: La vida secreta de los jóvenes (La vie secrète des jeunes), también Pascal Brutal y Las pobres aventuras de Jeremy.

Como algunos lo han señalado, un motivo recurrente de la obra de Sattouf es la violencia de la ritualidad masculina. El árabe del futuro, una memoria gráfica en tres volúmenes, despliega una mirada infantil sobre los rituales de la masculinidad en dos dimensiones culturales: la francesa y musulmana. El libro reelabora la infancia transcurrida entre Francia, Libia y Siria, en un contexto de conflictos locales (conflicto árabe-israelí, por ejemplo) y de cambios de paradigmas culturales, como los años de consolidación del movimiento panárabe. Los dos primeros volúmenes que se han publicado abarcan los años 1978-1984 y 1984-1985 respectivamente, y han aparecido entre el año pasado y junio de este año. La editorial Salamandra ha editado el primer volumen en castellano y catalán, y se espera pronto las traducciones del segundo volumen.

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Riad Sattouf y su alter ego.

Volumen 1 (1978-1984)

El árabe del futuro Vol. 1 introduce las circunstancias del nacimiento de Riad Sattouf, hijo de un estudiante sirio de doctorado en Historia y una francesa –de origen bretón– . Una vez graduado, el padre de Riad, encuentra un trabajo en Libia, entonces gobernada por un joven Muamar Gadafi, y la familia migra a un Estado socialista: la familia Sattouf debe permanecer en sus casas porque cualquier casa vacía puede ser ocupada, deben hacer largas colas para el racionamiento de comida, etc. El contexto ideológico en que se encuentra Riad se conoce a través de su padre, quien resulta el personaje más complejo de la saga. De origen humilde y educado en Europa, el padre de Riad parece encontrarse en  lo que ahora –más que antes– pueden considerarse como contradicciones. Puede a la vez mostrar entusiasmo por la secularización y modernización del mundo musulmán –procesos que se entienden como sinónimos–, el panarabismo antisemita y antiamericano, y su afiliación a las antiguas costumbres y supersticiones alimentadas por el folklore rural, así como por la cultura “viril” de la camaradería musulmana. Estas “contradicciones” no cambian cuando la familia se muda a Siria –también aliada de la Unión Soviética– y deben vivir en un contexto aun más polarizado: entre la opulencia de las clases dirigentes y la precariedad y abandono del mundo rural. Es quizá con mayor claridad en Siria que en Libia, que Raid ve cómo los códigos de camaradería y de relaciones de género son más radicales, así como también la variedad étnica y las relaciones sociales y familiares son determinadas por un contexto violento, en el que, sin embargo, también existe una sensación de triunfalismo y de esperanza difundidos por la propaganda de los nuevos regímenes seculares, de allí que el libro se llame “El árabe del futuro”. Pero comentar solo el contexto histórico en que se sitúa la memoria es reducirle sus méritos. El libro trabaja sobre todo en la versión «no oficial» –que aspira a una verdad– de esta época desde la experiencia directa. Lo más importante del libro es que los recuerdos junto a la familia siria y francesa se procesan desde la mirada infantil: los olores, el contacto físico y el color del recuerdo tienen una preponderancia crucial. Y este aspecto se explora –a mi parecer– mejor en el Volumen 2.

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Volumen 2 (1984-1985)

El Volumen 2 se centra en la vida escolar de Riad, quien ahora tiene un hermano. Si se puede reprochar algo al primer volumen es que la velocidad narrativa se torna más lenta cuando la familia se instala en Siria. Ese ritmo narrativo no se muestra diferenciado en el Volumen 2, porque a diferencia del Volumen 1, en que el relato parece perder secuencia narrativa, este relato plantea la anécdota como premisa narrativa, y se enfatizan pequeños detalles sobre las primeras experiencias o descubrimientos. Así, Riad tiene sus primeras experiencias definitivas casi siempre signadas por la violencia: el juego con niños de su edad, su contacto con la muerte y la naturaleza, por ejemplo. También en este volumen Riad comienza a leer y escribir en árabe y en francés, y vemos sus primeros vínculos con los BDs (como Tin Tin). El libro ofrece un rico repertorio de anécdotas en que el padre de Riad ya no es el centro; porque Riad ahora debe enfrentarse a maestros de escuela, compañeros de aula y familiares. El universo infantil se enriquece y las paradojas y problemas políticos, que antes parecían ocurrir solamente fuera de la casa de los Ratouff, interviene cada vez más en las relaciones familiares, tal como sucede en el último episodio de este volumen, en que se enfrenta la ley religiosa-familiar (shaira) con la ley del Estado civil sirio.

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Riad y su familia visitan las ruinas de Palmira, en Siria, hoy destruidas por Daech.

***

Sin duda los dos volúmenes ofrecen una visión histórica excepcional de la vida familiar en Francia, Siria y Libia en el contexto de la Guerra Fría y de los años ochenta, que en algunos países árabes significó la instalación de largas dictaduras. De la misma manera, el libro resulta revelador en cómo se muestra la imagen de Occidente según una versión no «oficial» del mundo árabe. Sin embargo, me parece más interesante que el testimonio histórico, cómo la situación excepcional de Riad Ratouff se esfuerza claramente en ofrecer una versión del descubrimiento y el asombro: la etapa infantil permite tener una mirada nueva del mundo, sin que existan condicionamientos discursivos sobre lo que nos rodea. Y el resultado es que ese mundo se muestra sin la dicotomía Occidente-Islam que es común en los textos sobre el mundo árabe –como noté inclusive en el libro Persépolis (2007)–. Pienso que este libro trata de ofrecer el recuerdo infantil como un mecanismo de acceder a un mundo del descubrimiento, y en el que están invertidos muchos de los afectos del autor. Esto es claro en la relación que Riad tiene con su padre, abuela paterna y otros miembros de su familia siria cuyas costumbres no aparecen ante sus ojos –como puede parecerle a su madre francesa– como salvajes en oposición a la cultura occidental, sino muestran la dureza de lo que finalmente resulta el mundo «real», al que se debe adaptar como parte de un necesario aprendizaje. La dureza se encuentra más que en el paradigma cultural, en el proceso mismo de aprender a ser. Sin embargo el libro no está exento de cierta mirada irónica sobre algunas formas de ser no occidentales –pienso en los niños de Yemen y la India con los que se relaciona Riad, por ejemplo–, pero en sus mejores momentos Rattouf sabe librarse de los filtros de los prejuicios del adulto, y atiende al recuerdo infantil, el mundo de las emociones y las sensaciones. Por ello aun para una persona con poco conocimiento de literatura gráfica como yo, El árabe del futuro resulta toda una experiencia. [Miluska Benavides]

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