Nacido en Guadalupe, una de las Antillas francesas del Caribe, Saint-John Perse (seudónimo de Alexis Leger) es uno de los poetas en lengua francesa más importantes del siglo XX. Si bien es particularmente conocido por Anábasis (1922), poemario publicado el mismo año que La tierra baldía, Ulises y Trilce, el conjunto de su obra es ampliamente valorado. Me permitiré una generalización: la impresión que me deja el haber frecuentado algunos libros suyos es que Perse es de los poetas que escriben siempre el mismo poema o, ya que no se trata de una mera repetición, que su obra constituye un poema único que se desarrolla a partir de incesantes variaciones. El tono — en cierto modo objetivo, de una riqueza verbal asombrosa, desplegada en una prosa poética cuyo ritmo fluido evade las rupturas bruscas o los apresuramientos — tiende a mantenerse, así como el mundo que representa, en el que la urbe u otras evocaciones de la modernidad se encuentran ausentes (más deudor del Rimbaud de algunos poemas de las Iluminaciones que del Baudelaire de Las flores del mal o el Spleen de Paris). Las siguientes preguntas son una excusa para reflexionar acerca de uno de sus libros en particular, Vientos (1946), y sobre su obra en general.
¿Su poesía tiende hacia lo épico, lo lírico o lo dramático?
Sospecho que, en distinta medida, los tres géneros juegan un rol fundamental en la poesía de Perse. Vientos tiene un innegable trasfondo épico; el libro presenta un hilo narrativo mínimo que constituye el eje de todo el poema. A lo largo de más de cien páginas, se relata — la palabra es abusiva, puesto que no se encontrará nada semejante a una narración convencional — el viaje de una población, de la que se destacan ciertos personajes, siempre anónimos y nombrados por su quehacer. Entre ellos, el más frecuente es el poeta, quizás el más individualizado de todos. Como trasfondo, aparece la naturaleza y sobre todo el viento, cuyo movimiento incesante parece azuzar a la población a su peregrinaje (no son casuales los inicios de la primera sección del libro, Eran grandísimos vientos sobre todos los rostros de este mundo, y la cuarta y última, Era ayer. Los vientos se callaron).
El lirismo en Perse casi no aparece en relación a la expresión de emociones individualizadas al modo de la poesía lírica tradicional, sino en función a la composición. Vientos, que es en esencia un poema largo dividido en cuatro secciones, utiliza recursos propios de la poesía oral, como la repetición de versos y motivos (semejante a los estribillos), lo que dota al poema de las resonancias de un canto. Si bien puede argüirse que tales recursos también aparecen en la poesía épica, Perse conjuga sabiamente los elementos musicales, por lo que su prosa provee un efecto de verso mucho más intenso que el de gran parte de la poesía actual, intencionalmente “prosaica”.
Lo dramático en Vientos se sustenta antes en la utilización de ciertos recursos que en una concepción profunda de poesía dramática (bastante lejos de Browning o Pound). Párrafos e incluso secciones enteras (especialmente notable es la III, 5) están entrecomilladas, indicación de un discurso directo; sin embargo, solo a veces se sabe quién lo pronuncia. La relación entre el texto entrecomillado y la voz objetiva del poeta (¿el narrador?, ¿el yo poético?, ¿la voz poética?) es curiosa; por ejemplo, no siempre esta crea y anticipa una tensión que aquel resuelve. Por el contrario, si nos guiamos por el “contenido”, en algunos casos ambas voces parecen ser parte de una continuidad. ¿Para qué sirve el entrecomillado, entonces? Para crear un efecto distinto: la voz entre comillas tiene mayor concreción, mayor intensidad. En ningún momento se busca entablar una relación dialógica; infiero, en cambio, que las voces aparecen como recursos tonales, musicales.
¿Cómo se relaciona esta poesía con la realidad?
La poesía de Perse tiende a instaurar un universo, a partir de sus largas descripciones y enumeraciones:
… Tierras nuevas, por allá, en un altísimo perfume de humus y follajes,
Tierras nuevas, por allá, bajo el alargamiento de las sombras más vastas de este mundo
La representación, ya sea de los ambientes naturales como de los grandes movimientos humanos, tiene un carácter objetivo que asemeja esta poesía con las obras de poetas épicos o historiadores antiguos. Vientos no es un poema que “retrata la realidad” como actualmente se hace, a partir de descripciones particulares de un ámbito preferentemente urbano, mas su objeto sigue siendo nuestro mundo. Da la impresión que Perse realiza una abstracción de las grandes tramas humanas; no representa vidas individuales, sino la historia de grandes movimientos de masas (sobre todo migraciones, tema central también en Anábasis). Prima lo colectivo por encima de lo individual; entre otros, el recurso de la enumeración (caro a la Ilíada o a los cantares de gesta) le permite dar una visión global, panorámica:
… Y el Poeta mismo sale de sus cámaras milenarias:
Con la avispa terrena y el Huésped oculto de sus noches,
Con su pueblo de sirvientes, con su pueblo de seguidores —
El Pocero y el Astrólogo, el Leñador y el Vendedor de sal,
El Zapatero, el Financista, los Animales enfermos de la peste (…)
De modo semejante, Vientos no se sitúa en una época particular. Si bien el lenguaje de Perse evita las referencias temporales demasiado explícitas, estas existen y se vinculan con uno de los temas centrales del poemario: la renovación. Por momentos, por ejemplo, se alude a la caída de Roma o al descubrimiento de América (el tópico del nuevo mundo es importante; no debe olvidarse que Perse es americano), sin que estos eventos se impongan al tiempo abstracto, “intemporal”, del poema.
¿Algún tipo de ética y estética subyace a la poesía de Perse?
En Vientos se presenta una ética vitalista, que privilegia el impulso sobre lo intelectual, el vigor de la juventud por encima del conocimiento estancado (cf. I, 4, en que se emplea la imagen de la biblioteca envejecida). El tópico de la renovación implica no solamente el descubrimiento de tierras lejanas, sino la reconstitución del hombre, una suerte de “superhombre” colectivo, nueva “raza” que asegure los valores mencionados (cf. IV, 6: Une race nouvelle parmi les hommes de ma race, une race nouvelle parmi les filles de ma race). A diferencia del contexto en que le toca vivir, en que el lugar del poeta en la sociedad es cuanto menos incierto, Perse crea un mundo en que este sí ocupa y cumple una función. En no pocos pasajes, el autor busca explicitarla: el poeta es una suerte de profeta, a quien llama bilingüe debido a su conexión con lo humano y lo divino, lo que puede volver su mensaje contradictorio (homme assailli du dieu! homme parlant dans l’équivoque!). Sin embargo, su misión es justamente la superación de tal contradicción, como se explicita en uno de los poemas centrales del libro, el III, 6:
Su ocupación entre nosotros: develamiento de los mensajes. Y la respuesta que le es dada por la iluminación del corazón.
A diferencia de la poesía del parnasianismo, cuyo emblema era la torre de marfil, o de la baudeleriana, que representa al sujeto errante en la ciudad, Perse parece seguir la huella de Rimbaud, quien no solo considera al poeta una suerte de profeta, sino que llega a situarlo dentro de la comunidad (cf. los poemas relativos a la Comuna de París). Sin embargo, el escritor antillano imagina una armonía ausente en el autor de Una temporada en el infierno, al escribir no solamente desde una subjetividad fracturada, sino desde una objetividad colectiva que acoge al “hijo pródigo”. La misma que enuncia estos versos:
Y el Poeta entre nosotros, sobre la calzada de los hombres de su tiempo.
Yendo a la marcha de nuestro tiempo, yendo a la marcha de este gran viento.
[Mateo Díaz Choza]