Elena Ferrante es su libros. Su persona pública se compone de cerca de diez volúmenes de ficción publicados desde 1992, pero de la persona biológica que firma esos libros se sabe poco o nada. Se especula –a partir de una entrevista— que es napolitana, que se encuentra sobre los cincuenta años, y que es madre. Porque todo se reduce a especulaciones, lo que se diga equivocada o acertadamente sobre la persona “Elena Ferrante” no impacta en la vida pública de sus libros. La opción de no tener un rostro visible es una toma de postura sobre la escritura. Dice ella en una entrevista: “Un lector debe establecer con un texto una relación de confianza. La atención mediática que está totalmente fundada en dar cuerpo y voz a la estrella del momento ha acostumbrado a los lectores a la idea que cuenta más el contacto con la miserable existencia del productor de las obras que con la obra misma. Escaparse de esta forma, se desvía de la confianza, la daña. De otra parte, no siento que pueda comunicarme de otro modo sino es escribiendo. El hecho de no aparecer no sirve para procurarme lectores, sino para escribir en libertad”.
Bajo su firma han aparecido las novelas El amor molesto (1992), Los días del abandono (2002), La hija oscura (2006), libros de las cuales se han filmado adaptaciones cinematográficas, y la saga napolitana publicada entre 2011 y 2014, L’amica geniale (traducido por Lumen como La amiga increíble), Storia del nuovo cognome (Historia del nuevo apellido, traducido por Lumen como Un mal nombre), Storia di chi fugge e chi resta (Historia de quienes fugan y permanecen, traducido como Las deudas del cuerpo) y Storia de la bambina perduta (Historia de la niña perdida, traducida como La niña perdida), saga de la que también aparecerá pronto en formato teleserie. Se sabe, además, que Ferrante ha sido finalista en el 2015 del premio Strega, el premio literario más importante de Italia, y al que la postuló públicamente –hizo un llamado personal a la escritora en el diario italiano La Repubblica— el polémico escritor italiano Roberto Saviano.

La amiga genial o ¿qué puede ser la escritura femenina / feminista hoy?
Compuesto de cuatro volúmenes, el libro La amiga genial ha tenido tal éxito de ventas que muchos han pensado en él como una saga (que no lo es) similar a otros best-sellers y tramas destinadas al público «femenino»: Twilight, Fifty Shades of Grey, etc. Lo es y no lo es. Pienso en Ferrante diseñando una novela escrita radicalmente sobre mujeres y para mujeres, pero como sucede con la literatura que contesta y quiere permanecer, es más de lo que esperan incluso las editoriales.
La trama de L’amica geniale es la historia de la amistad de Lenù (Elena Greco) y Lila (Raffaella Cerullo), dos mujeres que crecen juntas –desde los seis años– en un barrio pobre de Nápoles, un lugar golpeado por la violencia, la competencia económica, y definido por los valores patriarcales de la sociedad italiana del sur en la posguerra. El entramado de la novela se construye en torno a las relaciones entre las protagonistas y el entorno; y que tienen diversa naturaleza: la novela se centra en las relaciones amorosas, filiales y sobre todo, las relaciones de amistad.
Un aspecto que destaca del libro –por encontrarse en la superficie– es que se trata de una ficción con una marcada postura política feminista. La belleza de estos libros, sin embargo, se funda en que las ideas fluyen en el libro con la vida que solo sabe otorgar la ficción; no como un discurso declarado. Estas ideas son puestas o articuladas a través de las agencia de los personajes, con todos los riesgos que implica la dramatización de los discursos: que no calcen bien, o que certezas teóricas se conviertan en verdades parciales, o que no posean un carácter definitivo. Las ideas por ello, no son un punto de partida sino son parte del universo ficcional. Así, algunas convenciones del feminismo se ponen en juego: se las evalúa, comenta, se las cancela, se las vuelve a abrazar. La ficción es militante, y con todo lo que ello implica: se lleva las ideas, y las posibilidades de las relaciones sociales (relaciones amorosas, filiales, amicales, etc.). hasta las últimas consecuencias: hasta la situación más radical.
Es así, por ejemplo, que la protagonista se educa y emancipa de las ideas impuestas sobre el rol de la mujer y la familia que circulan en su entorno y el resultado del proceso de formación no es un resultado en sí, porque no posee un carácter claro ni resuelto. Ella tampoco se redime, sino que es presa constante de contradicciones. Parece liberarse de las ataduras de su clase y de su destino material, pero también ingresa a la narrativa del matrimonio y del éxito profesional femenino. Se convierte –y es conciente de ello– en una versión que el hombre ha previsto para cierto tipo de mujer –sobre todo hasta el tercer volumen–.
Entonces la ficción plantea todo el tiempo la pregunta de si es posible ser otra persona o ser simplemente (si se nace mujer) en un mundo diseñado y controlado por el género masculino. La saga se atreve a decir literalmente que la mujer no es sino una creación del hombre: piensa dentro de su lógica, utiliza sus herramientas, trabaja intelectualmente con el lengua y la matriz lógica que le ha otorgado. ¿No surge desde allí el feminismo? –es válido preguntarse entonces y se preguntan los libros de Ferrante—. ¿Sus límites no son acaso los del conocimiento diseñado, dado y heredado de los hombres a las mujeres? ¿Es acaso posible creer en otro sistema de pensamiento si operamos dentro de una misma lógica? ¿Es posible entonces ser mujer fuera de los paradigmas dentro de los cuales hemos nacido y no hemos escogido porque no podemos escoger?
Ferrante responde con un mundo “calcado” de la experiencia femenina, una novela con un régimen de representación realista, en que el mundo es evaluado desde el punto de vista de una mujer (la protagonista Lenù), interpelado fuertemente por otro personaje femenino (su amiga Lila). A través de sus vidas, se presenta un mundo sin nostalgia y sin esperanza de redención «espiritual» o experiencia semejante: el Nápoles de Ferrante es un mundo donde solo importa la materialidad de la experiencia en todos sus niveles. De esa forma, las relaciones familiares se determinan por los intercambios económicos y relaciones sociales, y además estos influyen en el flujo de las emociones. La filiación está marcada por el origen material: los camorristas heredan a sus hijos una forma de ser y pensar, lo mismo los comunistas y los hijos de los comunistas, los empleados, obreros y las generaciones posteriores –quienes encuentran en la educación una forma de movilización social–; todos ellos imprimen a las siguientes generaciones formas de desenvolverse en el mundo. La historia familiar se hereda porque está acompañada de una carga material, y los personajes nunca pueden desprenderse de estos vínculos.
Esta es la mayor distinción entre los enredos amorosos o romances cuya trama se encuentra en un encauzamiento del amor en una narrativa (aceptación, rechazo, matrimonio, separación, etc.) escindida del devenir histórico. En L’amica geniale las relaciones amorosas y familiares se experimentan desde el prisma político. No nos equivoquemos en pensar tramas políticas nacionales ni ilusiones de alegorías. Se trata sobre todo de la existencia humana en una red de discursos y de relaciones sociales marcadas por el entorno social. Porque la matriz narrativa es realista, el contexto histórico e intelectual nutre y articula la saga de Ferrante: sus personajes son concientes de cómo ellos mismos se construyen (y diferencian) a partir de discursos que se entraman, que los personajes heredan y adoptan con el paso del tiempo. El primer momento es la educación escolar, luego –o por defecto– serán los periódicos –que juegan un rol crucial en la circulación de ideas– la conversación, los gremios, la universidad, etc. Cada personaje se sabe fruto de un entramado discursivo, y la novela muestra el proceso de construcción de asimilación de los roles sociales y de género que se otorga a cada uno(a).
L’amica geniale (I): sin nostalgia por la infancia
El trigger del libro es la desaparición de la sexagenaria Lila, quien no ha dejado rastro alguno de su vida pasada en su casa de Nápoles, ciudad en la que nació y de la que nunca ha salido. Si bien se podría decir que la novela es una novela sobre la vida privada y el entorno doméstico, muestra qué y cómo es el espacio público que regula la vida privada de los personajes. Por un lado se encuentra la clase dominante del barrio, una joven burguesía (y grupos camorristas) que hereda los negocios familiares, cuyos códigos de ser son esencialmente masculinos, y una clase obrera, a la que pertenecen las protagonistas y su entorno, cuyas vidas se tejen en torno a las expectativas de movilidad social. Así, la ruptura de las protagonistas comienza con las posibilidades que a cada una se le otorga: Lenù puede acceder a una educación superior, mientras que a pesar de ser la alumna más brillante, Lila debe abandonar los estudios apenas termina la escuela elemental.
A pesar de que puede existir un código heredado, el primer libro muestra, sin embargo, cómo se van modelando nuevos códigos de conducta. La generación de Lenù y Lila quiere alejarse de los valores de los padres. Hay muestras de ello: en una ocasión se perdona una vendetta, por ejemplo. Así, este volumen muestra cómo la nueva generación quiere formar una nueva ética en el barrio, aunque luego al final estas expectativas resulten ilusorias. Finalmente el bienestar material se impone siempre sobre las ansias de querer imponer nuevas formas de ser. El libro muestra la formación de nuevas alianzas sobre las viejas, y el sitio que ocupan los personajes (y sus relaciones) en ese tejido social: el primer libro muestra el fundamento del antagonismo de los amigos de Lenù y Lila y los Sollara, los jóvenes que tomarán las riendas económicas del barrio.
Es en este contexto en que se vive la competencia femenina y masculina, el trabajo, relaciones familiares, los primeros enamoramientos, experiencias sexuales, compromisos y alianzas matrimoniales. Al no poder acceder a la educación más allá de la escuela elemental, Lila no abandona los ímpetus que la caracterizan: será siempre célebre por su belleza y por su inteligencia. Por ello es el personaje más cautivante: sabe manejarse dentro de las reglas de juego que le han sido impuestas. Saca a su familia de la pobreza, regenta uno de los negocios más grandes del barrio; se convierte en proveedora material de sus amigos, que aun siguen sumidos en la miseria. La vida de Lila se convierte en el paradigma del éxito para Lenù, quien no logra encontrar propósito a sus estudios ni encuentra en ellos alguna utilidad para su vida doméstica, donde la acumulación de dinero es signo de prestigio y de ascenso. Sin embargo la novela da cuenta que esta premisa no es clara y que las protagonistas no quieren seguir el destino de mujer que les corresponde dentro de los valores del barrio.
Así, la novela no desarrolla la vida de Lila y de Lenù como dos antagonismos sino como dos formas de ser disidentes de la generación anterior, debido a las circunstancias especiales de cada una. En el caso de Lila, su belleza e inteligencia la hace destacar, y le permite lograr un “buen” matrimonio y negocios, mientras que Lenù es académicamente aplicada y recibe apoyo de su maestra y padres para seguir estudios avanzados, que entonces ella sabe es un privilegio para su clase. A pesar de sus diferencias, ambas poseen un mismo ímpetu para salir de la pobreza y ambas comparten experiencias clave. En primer lugar, la práctica de la escritura y la lectura se convierte en una actividad íntima y redentora de ambas en varios sentidos, que se ejerce usulamente en momentos límite. Al comienzo sueñan con escribir y ser famosas, porque en sus sueños infantiles, esto puede ayudarlas a salir de la pobreza, pero luego escribir se convierte en una actividad que las nutre emocionalmente, que las hace aprender y conocer. Sin embargo leer se convierte en una actividad que las distingue del resto pero no las hace especiales. El libro hace énfasis en cómo en ciertos espacios de sociabilidad, leer y escribir ocupa un segundo o tercer —o nulo— plano de la experiencia. Lo mismo sucede con la política nacional, de la que se tiene escasas o nulas noticias.
Paralelamente se establece entre ambas una relación de competencia, que está determinada por una jerarquía impuesta desde la infancia: Lina siempre se encuentra más allá de cualquier posición de donde se pueda encontrar Lenù, porque sus éxitos académicos se revelan áridos en el contexto del barrio. De igual manera, sus recuerdos de infancia no despiertan en ella ninguna nostalgia: no existe momento de la plenitud fuera de alguna experiencia del presente, que es fugaz. El primer volumen termina con el matrimonio de Lila a los dieciséis años. A pesar de gozar de la venia de la profesora, de su enamorado, de sus padres, de sus amigos, Lenù, la protagonista, se halla perdida e insatisfecha.
Historia del nuevo apellido (2)
Este volumen abarca los dieciséis hasta los veintitrés años. Los asuntos del segundo volumen tratan sobre el nuevo apellido de Lina, quien ya no es Raffaella Cerrullo sino Raffaella Carracci. El cambio de apellido implica también un cambio económico y personal, pues Lila debe aceptar las reglas de convivencia en que la jerarquía social y de género –sujeción a su esposo– está establecida y no se puede cuestionar. Debe lidiar con sus alianzas económicas con los Sollara, los enemigos del barrio. Porque es la continuación del libro anterior, se ofrece el relato de los eventos de manera menos condensada y me parece que innecesaria por momentos. Se extraña del primer volumen el privilegio por la intensidad narrativa, que en este libro se dosifica más, privilegiando los pequeños eventos. Ya en el segundo volumen uno puede tener la impresión de que no existe un “nudo” de la novela, sino se sigue el devenir del tiempo en etapas, y esa será la clave de lectura de los dos siguientes volúmenes, de allí que es mejor hablar de un libro en vez de una serie.
La historia del nuevo apellido se centra con diversos énfasis en episodios de amor adolescente y en la publicación del libro de Lenù, que sabemos tangencialmente, está basado en experiencias de su vida infantil y adolescente. Es en el tratamiento de las relaciones amorosas que uno se da cuenta de que no se encuentra en el universo formulaico de los romances, o las novelas de amor que reproducen un guión y exposición de fantasías heteronormativas. El “amor” en Ferrante es un red compleja que comprende, sin ser excluyente, las diversas experiencias del deseo y su materialización «social». El deseo puede ser por ello un paradigma social a la que aspiran todas las muchachas del barrio, una narrativa de ascenso social, irrupciones de pasión o sexo desapasionado, de idealizaciones platónicas, el amor matrimonial. Así, ambas Lenù y Lila alcanzan diversas facetas del amor con diferentes resultados. Mientras Lenù mantiene dos noviazgos con dos muchachos a los que encuentra a la altura de sus circunstancias (Antonio, un muchacho del barrio, calza en sus aspiraciones adolescentes de casarse y ser ama de casa, mientras que en la Escuela Normal, se compromete con Pietro, un hijo de intelectuales, a la vez que está enamorada desde la infancia de un joven “inalcanzable”, Nino Sarratore), Lina se casa muy joven con uno de los herederos más ricos de barrio, pero tras el desamor renuncia a su seguridad económica por una vida verdadera con un joven amante.
La situación de Lenù respecto de Lila, porque van consolidándose sus personalidades, es más móvil que el primer libro. Pasa de ser una estudiante pobre a ser la persona más respetada de su generación de amigos del barrio, mientras que Lila debe cargar con la desgracia económica y social después de haber apostado por dejar a su esposo. Lenù, por otro lado, publica un libro, pero a este no le encuentra valor ni sentimental ni un logro como vocación de escritura, porque la pregunta por la vocación tampoco parece ser el centro de sus cuestionamientos personales. La escritura es un trabajo más, que no la define necesariamente como una individualidad, sino que se convierte en una actividad que la distingue del resto del barrio, porque es la única mujer letrada. Sin embargo, a pesar de su situación material ventajosa, Lenù no halla revelaciones sobre ella misma o sobre el mundo. El libro parece apoyarse en la idea de que el universo no opera para el hallazgo de una razón de ser ni la narrativa de que el mundo debe significar o se tiene que llegar a ser, sino es una sucesión o un movimiento constante y violento que pasa por sobre cada nimia existencia.
El mundo en el que habitan la familia y amigos de Lenù y Lila es precario en todo aspecto, sobre todo para las mujeres, quienes son conscientes de su condición relegada. La precariedad material con que crece Lenù, determina cómo ella se relaciona con el mundo de su adultez. Cree que debe aprender todo: modales de mesa, forma de vestir, de hablar –oculta su acento del Sur en Milán–, a escribir, a leer bien, a sacar las mejores notas, porque siempre piensa que su amiga genial lo hubiese podido hacer mejor en su lugar. El volumen dos cierra con Lenù convertida en escritora y Lina en madre, dos formas de ser que no son mucho resultado de las decisiones de ambas, sino de las circunstancias.
Hacia el término de los dos volúmenes, uno llega a la conclusión de que el universo Ferrante es tan rico y suficiente que recuerda a las grandes ficciones finiseculares del siglo XIX. Nada se nos debe explicar: todo se encuentra allí. ¿Entonces para qué preguntarse quién es Elena Ferrante si ahí están sus libros, que exceden el gesto corporal, las opiniones, las posibilidades materiales y biológicas de la escritora? Los volúmenes tres y cuatro amplían, nutren y cierran el libro con el mismo tenor vertiginoso de los dos primeros. [Miluska Benavides]
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