Oso, de Marian Engel

marianengel
Marian Engel

Marian Engel (1933-1985) fue una novelista canadiense que publicó un libro controversial: Bear (1976), que cuenta la relación entre una bibliotecaria y un oso. Se ha catalogado la novela como erótica, pero, si bien el erotismo es importante, no estamos ante un libro que trate sobre una perversión. La estructura que yace de fondo es más bien mítica, corresponde con el viaje que emprende el héroe para adquirir el conocimiento de sí mismo. Nuestra heroína es una joven de veintisiete años que pasa sus días encerrada en el Instituto Histórico, ubicado en una ciudad canadiense, catalogando artículos, pequeñas reliquias cotidianas, que la gente considera relevantes, pero que no pasarán a la Historia. Ella está en la plenitud de su vida y, sin embargo, vive atada a recuerdos que no son suyos, porque ha silenciado los propios y porque su día a día es tan anodino como las fotografías que tiene que archivar. Hay una clara voluntad en evitar mirar su presente; hábilmente la voz narradora la describe como un topo que corretea en su oficina, ubicada en un sótano. Sin embargo

…cuando mejoraba el tiempo y conseguía filtrarse algo de sol por las ventanas del sótano, cuando flotaba polvo primaveral en los rayos de luz y los viejos ceniceros de estaño empezaban a apestar a un invierno de nicotina y contemplación, los defectos de su gris mundo privado se hacían evidentes hasta para ella, pues, por mucho que adorase las cosas viejas y gastadas —cosas ya amadas y sufridas, objetos con un pasado—, al verse los brazos pálidos como babosas y las huellas dactilares con manchas de tinta viejísimas, al comprobar que los comunicados del tablón de anuncios estaban arrugados y obsoletos, al descubrir que sus ojos ya no enfocaban ante tanta luz, siempre se avergonzaba, pues la imagen de la Buena Vida que tiempo atrás había grabado en su alma era muy distinta de esta, y el contraste le hacía sufrir.

De Lou no sabemos nada más al principio, hasta que recibe un llamado del Canadá remoto: el instituto ha ganado el juicio por la tenencia de una propiedad (que incluye una biblioteca particular), que se encuentra en una isla perdida al norte. El trabajo despierta la emoción de Lou y de su jefe, porque quizá podrían hallar alguna joya bibliográfica, alguna fuente histórica que, al fin, pueda considerarse digna de pasar a la Historia. Su esperanza reside en la excentricidad de la familia Cary. El patriarca, el coronel Cary, abandonó todo en el Viejo Continente (1826) (incluso dejó a su familia al llegar a Toronto, pues no querían acompañarlo más al norte) y se trasladó a esa pequeña isla, que no tenía ninguna actividad económica conocida (para conseguir que el gobierno le diera la isla, había prometido hacer funcionar un aserradero, pero fracasó) y donde no vivía nadie; al llegar levantó una casa de forma octogonal, que no terminó de encajar en el paisaje. El coronel vivió en la isla austeramente, dedicado a la lectura de los libros de su colección, y acompañado por un oso, extravagancia que su hijo y su nieta mantuvieron.

oso penguin
Portada de Penguin

Abandonamos entonces el espacio de la ciudad, siguiendo a Lou, quien viaja hacia el norte sola, con el objetivo de catalogar la biblioteca del coronel y de encontrar documentos sobre los primeros asentamientos de la zona (la isla y sus alrededores), que justifique la transformación de la casa en un museo. Lou llega a la isla provista con lo necesario para sobrevivir. Su guía en este último tramo del viaje es Homer Campbell, el encargado de cuidar la propiedad de los Cary. El encuentro con la naturaleza, luego de salir de la zona urbana y de confort, es difícil, pero conforme pasan las semanas, si bien no logra adaptarse totalmente, Lou se siente cada vez más en casa: siembra un huerto, logra pescar (aunque los resultados de ambas actividades son malos) y vence el temor que siente por el oso: incluso lo lleva de paseo al río cercano, aprovechando que están en primavera.

Las descripciones de la isla son sencillas y, sin embargo, potentes, ya que presentan un espacio que no puede ser dominado. El coronel Cary fracasa y Lou se adapta a medias. Solo Jocelyn Cary, la nieta del coronel, logra imponerse: ella caza, siembra, pesca, utiliza el trineo para desplazarse en invierno, y realiza con maestría las actividades que corresponderían a un hombre; sin embargo es una mujer educada, y, cuando tiene visita, por ejemplo, se comporta como una señora. “No era una dama. Era un hombre de imitación, pero una imitación de primera”, dice sobre ella Homer. La mujer no tiene hijos, por eso prefiere dejar la isla al instituto antes que a sus primos.

En este espacio natural, se alza la casa del coronel Cary, extraña por su estructura. Lou, bastante metódica, tiene un horario para su investigación y sus actividades en la isla, aunque en muchas oportunidades se deja llevar por la lectura de los libros. Pronto descubre que el coronel era bastante conservador: su biblioteca guarda los mismos ejemplares que podía tener cualquier respetable familia londinense del siglo XIX (el coronel consigue el permiso para mudarse a la isla en 1846). Mientras Lou va descubriendo los gustos del coronel, encuentra notas hechas a mano que versan sobre los osos y su condición de dioses en diversas culturas: “Ursus Arctos, ours, orso, Bar, bjorn: vive en los distritos montañosos de los Alpes, los Pirineos y el círculo ártico. También: Siberia, la península de Kamachatka y Norteamérica. Los lapones lo veneran y lo llaman el Perro de Dios”. Con este conocimiento, su acercamiento al oso, un animal viejo, un bulto con el pelaje maltratado, cambia. Los días pasan y el oso se transforma con los cuidados de Lou.

Joseph Campbell, investigador por excelencia del monomito, señala que “La llamada puede ser para la vida o para la muerte; puede significar una alta empresa histórica, o el alba de una iluminación religiosa. En misticismo se le conoce como el despertar del yo”. Superadas las pruebas del viaje, se produce el encuentro entre la heroína y el dios Oso, que, según Campbell, es difícil pero fundamental: una vez vencido el miedo, es posible ver las dos caras del dios padre: la que da temor y la que brinda esperanza: “Para el hijo que ha llegado a conocer al padre verdaderamente, las agonías de la prueba pasan con rapidez, el mundo ya no es un valle de lágrimas, sino la perpetua y bendita manifestación de la presencia”. Pero el oso de esta novela, este dios padre, pese a ser macho, se describe, en momentos importantes, como si fuera mujer: “Ese oso en concreto era una figura poco agraciada, decidió. No tenía nada de amenazador. No era un animal salvaje, sino una mujer madura, frustrada hasta la estupidez, que de tanto esperar el regreso de su marido ya había dejado de existir y era solo espera”, por lo que podría pensarse en una entidad dual, las dos caras del dios (el dios padre y la diosa madre).

oso Nonpareil books
Portada de Nonpareil Books

Al entrar en contacto con el oso, en este espacio sagrado, afloran todos los recuerdos de la vida en la ciudad, aquellos a los que no les prestaba atención y que habían sumido su vida en la situación anodina descrita al inicio. Lou toma conciencia de su identidad femenina y de cómo esta se ha ido construyendo a partir de varias relaciones con hombres que no la ven en su totalidad, sino como futura ama de casa, amante, o mujer liberal que solo tiene sexo por placer o como forma de pagar por alguna ‘ayuda’. El encuentro con el Oso marca un antes (las relaciones sexuales subyugantes, mecánicas, en las que ella presta su cuerpo sin alcanzar el placer) y un después: “La lengua, no solo musculosa sino también capaz de alargarse como una anguila, encontró todos sus rincones secretos. Y, como la de ningún ser humano que hubiera conocido, perseveró en darle placer. Al correrse sollozó, y el oso le enjugó las lágrimas”. Lou experimenta, por primera vez, cariño: “Hurgó en todos los rincones de su conciencia para ver si se sentía mal. Se sentía querida”. Sin notarlo, sus relaciones se han ‘humanizado’ gracias al oso.

A pesar de que Lou vive en un ambiente ideal, atraviesa por dos momentos importantes que alteran la armonía del lugar, que se sienten como pruebas que debe superar. En una de estas Lou misma intenta quebrar las reglas y transgredir el orden sagrado, pero no puede; es entonces cuando ella comprende: “[El oso] Era una enorme criatura viva, más vieja, grande y sabia que el tiempo, una criatura que por ahora era su criatura, pero que en cualquier otro momento podría volver a su propio mundo, a su propia sabiduría”. La importancia desmedida que se da a la Historia al principio desaparece y la Naturaleza y el Mito recobran el valor que les corresponde.

La estancia en el espacio y tiempo sagrados no puede durar para siempre; luego de la revelación, el héroe debe regresar para completar su viaje. El tiempo concedido por el instituto para que Lou realice el inventario concluye. Pero ella ya no es la misma, ha cambiado:

Lo que él le había transmitido, Lou lo desconocía. No era la simiente de los héroes, ni magia, ni ninguna virtud asombrosa, porque ella seguía siendo la misma; pero por un momento intenso y singular había notado en los poros de su piel y en el sabor de su boca que sabía para qué servía el mundo. No se sentía por fin humana, sino por fin limpia. Limpia, sencilla y orgullosa.


Sobre la autora:

Marian Engel nació en Toronto en 1933. Licenciada en Estudios Lingüísticos en la Universidad de Ontario, se especializó en Literatura Canadiense en Montreal y estudió en Aix-en-Provence. En 1962 se casó con un productor de la televisión pública canadiense, Howard Engel, del que se divorciaría en 1977. En 1964 volvieron a Toronto y, a pesar de que tuvo que criar a dos gemelos, comenzó a escribir. En 1968 publicó su primera novela, No Clouds of Glory. Sin embargo, su obra maestra es Oso, la historia de una bibliotecaria que mantiene una relación íntima con un oso en una remota isla canadiense. El libro, considerado un escándalo, le valió, aun así, el Governor General’s Literary Award for Fiction en 1976. Marian Engel fue una apasionada activista por los derechos del los escritores en todo el mundo, y está considerada una gloria nacional en Canadá, siendo alabada por autores como Robertson Davies, Margaret Atwood, Timothy Findley, Alice Munro o Margaret Laurence, con quienes mantuvo una extensa correspondencia. Fue la primera mujer en pertenecer a la junta directiva del sindicato de escritores de Canadá. En 1982 fue nombrada Oficial de la Orden Canadiense. Engel murió de cáncer en Toronto, en 1985. [Tomado de la solapa del libro]

Sobre la edición:

El 2015 Impedimenta rescató en español esta pequeña joya canadiense. La traducción estuvo a cargo de Magdalena Palmer. Nota aparte: la portada es un acierto a diferencia de algunas ediciones en inglés. [Rocío H.]

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