Ciencias morales, de Martín Kohan

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Martín Kohan (Buenos Aires, 1967) es uno de los escritores argentinos que comienza a publicar en la década de 1990 una de las obras más comentadas en el idioma. La narrativa de Kohan tiende a visitar la relación entre las sensibilidades individuales en la modernidad urbana latinoamericana (mayormente argentina, aunque con un giro mexicano en Museo de la Revolución) y la historia republicana en la misma región. Si bien ese planteamiento le ha valido resultados considerables en Los cautivos (De Bolsillo, 2000), una metaficción historiográfica que parte de un romance frustrado de Esteban Echeverría, y Museo de la Revolución (Mondadori, 2006), relato de una investigación que señala, nuevamente por medio de un romance, la transformación de la actividad revolucionaria en archivo y pose en América Latina; me voy a concentrar en esta nota en Ciencias Morales (Anagrama, Premio Herralde de Novela, 2007).

Ciencias morales narra la historia de María Teresa Cornejo, una joven de poco más de veinte años que trabaja como preceptora en el Colegio Nacional, nuevo nombre del que fuera el Real Colegio de San Carlos y con la independencia, el Colegio de Ciencias Morales de Buenos Aires. La novela presenta el seguimiento de un narrador omnisciente sobre las actividades de su protagonista, que transcurren mayormente en la escuela y en menor medida en la casa de su madre, con quien todavía vive. A través de la historia de María Teresa, Ciencias morales plantea al lector una arqueología indirecta de la identidad argentina mediante la disección de la vida privada en una institución estatal de larga data. Dicha disección enfatiza la principal función de la educación básica en las sociedades modernas, pues independientemente de la calidad de la educación, la educación básica normaliza la productividad a través de la disciplina que establece. La joven María Teresa es responsable de que los muchachos del tercero décima lleven la vestimenta según lo estipula la escuela y sostengan las interacciones que esta aprueba. Así, el diseño de María Teresa como personaje responde al tópico del sujeto que convierte en alienación el cumplimiento del deber. Por ello María Teresa pasará de censurar el ocio y el interés erótico que cree detectar en los estudiantes, a obsesionarse con la vigilancia de los baños de hombres.

Aunque los títulos de los capítulos podrían indicar una iteración de las experiencias, la secuencia narrativa de Ciencias morales es cronológica de la forma más tradicional. Amparado en la secuencia lineal del relato, el narrador resalta el sentido del deber de la protagonista, convirtiéndolo en fuente de tensiones escénicas que aseguran el morbo del lector. Como suele ocurrir en la narración de fórmula, la novela de Kohan vincula el sentido del deber con la exposición detallada de sus obsesiones y miserias. Lo que la novela muestra con la vigilancia del baño de hombres constituye la pérdida de la inocencia, que se aborda en detalle. La sospecha de encontrar estudiantes fumando en el baño pronto da lugar a una fascinación con el olor del tabaco y los perfumes masculinos, y termina convirtiéndose en el interés de la protagonista por espiar a los adolescentes mientras orinan. Aunque la aparición de un interés sexual en María Teresa se presenta como inconsciente, hay muy poco de inconsciente en un libro que piensa el control del cuerpo en términos estamentales. Nacida en el seno de una familia de clase media-baja, María Teresa es una muchacha que debe su inocencia y represión sexual a la convivencia con una madre posesiva, a la ausencia del padre y la partida del hermano para servir en la guerra de Malvinas. Más que la verbalización de un deseo supuestamente inconsciente que perjudica a la protagonista, Ciencias Morales propone un melodrama de la represión sexual que apenas revela el diseño explícito de la novela. En él, la chica de extracción popular trabajar para un aparato ideológico del estado como la escuela, contribuyendo con su inocencia al fortalecimiento de la razón estatal. Más que una voluntad de apertura o progresismo, pienso que la elección de la protagonista femenina responde a dos lugares comunes: primero, la idea de que la mujer siempre necesita de un hombre –padre, hermano, pareja– o de una institución patriarcal –la familia, el estado, la escuela– para vivir; y segundo, la idea de que toda ausencia masculina deriva en pulsión sexual en busca de satisfacción. En un encuentro entre el psicoanálisis de manual y la narración de fórmula, el contentamiento de María Teresa consiste en interiorizar el cumplimiento del deber, vinculando la carencia de personalidad, la alienación ante el relato estatal y la ausencia de hombres en la familia que se resolverán en una violación consentida.

Como Maria Teresa es encarnación alienante del relato nacional, al narrador le basta convertir en ruido de fondo las protestas callejeras, el aniversario de la revolución de Mayo o la modificación del desfile de veinte de junio, para generar un efecto contextual de agitación política e interés en los problemas de su país. Sin embargo, el carácter tenue y esporádico de dichas afirmaciones también pretende que la novela no repita lo que ya se puede advertir en la protagonista. Un ejemplo de lo anterior ocurre en el capítulo nueve, cuando la novela adopta una función didáctica sobre la historia argentina interrumpida por la concentración en la sexualidad. Con datos que harán sentir inteligente al lector no enterado –pues Bartolomé Mitre o Cándido López son nombres familiares en Argentina–, la presentación de la labor de auxiliar permite que María Teresa aparezca oyendo una clase de historia, inverosímil para una escuela por su carácter de argumentación especulativa. La escena no solo repite el determinismo de la represión que propone la novela, sino que normaliza la sexualidad reprimida de las interacciones. El corte histórico del capítulo es interrumpido pronto por el temor de María Teresa a que los estudiantes hagan alguna broma de corte sexual, como cuando ponen una diapositiva de Rachel Welch desnuda sobre un caballo en una clase anterior. El interés en la actividad en el baño de hombres del capítulo diez permite una salida nocturna con el señor Biasutto. Ante la normalización de las relaciones estructurales en la escuela, el encuentro de los capítulos diez y once prepara la violación de la protagonista por su superior en el capítulo catorce. Tras quedarse inverosímilmente encerrada en las divisiones del baño, una segunda violación consentida por la propia María Teresa en el capítulo quince confirma que el tratamiento de la sexualidad en Ciencias morales está orientado a convertir la represión y violación en fuentes formulaicas de placer textual.

La atención puesta en la vida de María Teresa nunca deja de ser un comentario sobre el contrato social argentino. Desde la crítica se suele identificar la referencia a lo nacional como alegórica. Lejos de la proliferación no reductiva de significados que es la alegoría hasta el siglo XVIII, María Teresa presenta un único problema: la internalización alienante de la disciplina en los sujetos populares. Así lo confirma el hecho de que los problemas de la novela procedan de la obsesión con cumplir el deber y conseguir la aprobación del superior. En ese sentido, la tarea que María Teresa nos vuelve a repetir el proyecto del libro: figurar cómo la disciplina estatal es el relato más alienante en la nación. Aunque la intención es noble, lo que ocurre en Ciencias Morales no deja de ser la reducción unidimensional de la vida pública o privada a lo nacional. Sin embargo, lo que se nos dice de lo nacional no es nada que no sepamos sobre los setenta y ochenta argentinos: se nos dice que el estado reprime y oprime, que las jerarquías sociales resultan infranqueables y alienantes, y que el proyecto nacional no se ha consumado. El problema es que la novela propone como conclusiones los mismos principios de composición que la organizan. Es posible, no obstante, que ello no sea tanto un problema para el autor debido a que sin opresión estatal y estamental no habría morbo y ventas sobre el cual producir otro volumen en el que se confirma lo que ya sabemos. [José Miguel Herbozo]

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