Publicada por Seix Barral en 1969, en una recordada edición de dos tomos, la tercera novela de Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) suele ser referida como uno de sus trabajos más logrados. En ella se plantea una retrospectiva de Santiago Zavala, su protagonista, sobre lo que representaría su paso a la adultez en el contexto del “ochenio” (1948-1956) de Manuel Odría. El epígrafe, una cita de Balzac que entiende el género novela como expresión de la vida privada en el contexto nacional, vincula Conversación en La Catedral a un problema central: la voluntad de interpretar la historia nacional desde la experiencia individual.
Define a Conversación en La Catedral el abordaje polémico de la vida en una dictadura mediante su sistema de diálogos intercalados o telescópicos. Los saltos espacio-temporales que ellos implican producen conexiones que, más que ser causales, dan cuenta de la interpretación y el efecto de lo político en la vida privada, ilustrando a la vez la agencia de los grupos emergentes en dicho proceso. Un diálogo entre Zavala y Ambrosio articula una novela en la que el recuerdo de los años universitarios de Zavala, las experiencias de Ambrosio en diferentes lugares del Perú, la conexión entre el padre de Santiago, Fermín Zavala[1] con Cayo Bermúdez —[2], encargado de la lucha contrasubversiva en el gobierno de turno. El vínculo entre todas las historias se ofrece a partir del encuentro casual de Ambrosio y Zavalita tras la pérdida del perro del segundo, en la perrera municipal, que da lugar al marco narrativo de la novela: la conversación en el comedor y cantina La Catedral. El encuentro casual entre ambos da lugar a la recomposición de dos tramas simultáneas que los conectan: la historia de Hortensia, apodada “La musa”, amante de Bermúdez, y la revelación para Zavalita la relación sexual secreta entre Ambrosio y Fermín Zavala.
La novela vuelve explícita la tesis del epígrafe mediante el desarrollo de tramas sobre la vida privada de diferentes personajes. Entre ellos es importante Hortensia, quien conoce a Bermudez tras buscar ascender socialmente seduciendo a hombres poderosos. Su relación con Bermúdez es crucial para esta novela, pues mientras ella transcurre se iniciará la relación entre Ambrosio y don Fermín, y será luego de la huida de Bermúdez que, con pocos ingresos y acostumbrada a una vida más cómoda, debe chantajear a Fermín Zavala para sobrevivir. Ya en esta articulación de tramas la novela emplea elementos narrativos del modo melodramático, como el presupuesto por el cual en la vida privada anticipa el signo de los procesos sociales, pero sobre todo la manera en que modelos sociales prestigiosos deciden la conducta de los personajes. En ese sentido, Hortensia resulta crucial para los propósitos de la novela, pues encarna una forma de asumir prácticas moralmente refutables en favor de lo que considera un fin noble. Se trata de un personaje que decide sus actividades bajo una lógica que confunde bienestar con el acceso a los recursos; sin embargo, no tiene reparos en servir a los fines de Bermúdez acostándose con sus amigos porque así consigue sus objetivos. Por otro lado, Hortensia permite desarrollar el motivo de la novela a partir de sus demandas de dinero a un quebrado Fermín, llevando el motivo del epígrafe de su dimensión privada a una dimensión clandestina, secreta o marginal.
Suelen recordarse más de Conversación en La Catedral la pregunta sin respuesta que le da inicio y el rol de su protagonista cuando se le comenta. La conversación entra Ambrosio y Zavalita actualiza para ambos el curso de sus vidas desde que dejan de verse, hacia el final del gobierno de Odría. La puesta al día entre ambos toma la forma de los diálogos telescópicos o intercalados que recapitulan momentos importantes en las vidas de ambos. Pese a las diferencias de origen y a los circuitos de interacción social en los que se desenvuelven, una virtud que esta novela comparte con varias otras de Vargas Llosa, al menos hasta La guerra del fin del mundo, es figurar sin taras estamentales los hábitos de sectores disímiles de peruanos. Por un lado, el caso de Ambrosio es modelado, tanto individualmente como en su relación con Gladys, por el motivo del ascenso social y el signo de la adversidad. Si bien ambos pasan por experiencias duras, como la muerte de la anterior pareja de Gladys, Trinidad López, Conversación en La Catedral nos es narrada en base a contrastes radicales entre personajes, así como por la coincidencia entre experiencias de riesgo y pérdida a lo largo de la narración. En el caso de Gladys, ello ocurre con la pérdida del hijo que esperaba y la muerte de Trinidad, a lo que se sucede el desalojo del cuarto que renta y el abandono en que se encuentra, que se resuelve más tarde con Ambrosio. En cuanto a Ambrosio, el azar –frecuente en el melodrama audiovisual, en el que se le conoce como situación– se manifiesta en el hecho de que aparezca como chofer de Cayo Bermúdez, de don Fermín, asesino de Hortensia, y trabajador de la perrera municipal. No es menor que su relato biográfico sea constituido como una peripecia, pues así se capitaliza la idea por la cual se asocia la extracción del personaje con una mayor exposición al error moral. La enumeración y repetición de experiencias adversas que atraviesa la novela responde a la determinación de clase tan afin al realismo y al melodrama de acción, en los cuales el riesgo aparece incluso cuando parece imposible que así sea. Por ejemplo, la estafa de la que son víctimas Ambrosio y Gladys en la selva ante la promesa de un negocio rentable con un vendedor de ataúdes confirma la idea de que ambos están destinados a una vida precaria y amarga.
La historia de Santiago Zavala o ‘Zavalita’ dramatiza el paso a la adultez como una negociación ante los imperativos sociales de su época. En un periodo en el que el relato patriarcal de la vida doméstica y la interacción pública son un estándar de la cultura, la relación de Santiago con Ana –una enfermera de extracción social distinta a la suya, a quien conoce mientras está internado en un hospital del estado luego de un accidente automovilístico– figura las múltiples compartimentaciones estamentales de la vida pública en la modernidad urbana peruana. El conflicto interior con el que Zavalita procesa su enamoramiento manifiesta cómo Ana no encaja en los términos de su famila, lo cual deriva en una relación primero clandestina y luego alejada del entorno familiar. La relación con Ana implica para Santiago el abandono de la configuración pseudoestamental de la experiencia en la clase media, dramatizada mediante comentarios negativos que recibe de amigos y familiares por asistir a San Marcos, y pasar menos tiempo con su familia debido a que la universidad representa una experiencia de diversidad que el entorno previo rechaza mediante prejuicios racistas –andar con cholos– y la condena macartista del activismo político –juntarse con comunistas–. La relación con Ana implica ir en contra de ambos temores familiares y mantenerse en el oficio de periodista, que también constituye para la familia la consumación del descenso social.

El trato de la historia oficial en Conversación en La Catedral complementa la figuración de la vida privada de la clase media y los sectores populares por medio de diálogos intercalados. En ellos se dispone el placer del texto, pues el momento climático aparece en el capítulo cuarto de la tercera parte, en el que se dramatiza la protesta en Arequipa que obliga a Manuel Odría a deponer a Esparza Zañartu de la cartera de Estado, viéndose obligado a negociar con la oposición una transición democrática. Mediante una conversación entre Ludovico y Ambrosio, la novela aborda de manera directa el encargo de Cayo Bermúdez de montar una contramanifestación para interrumpir la convocada por la coalición democrática. Los diálogos intercalados abordan una reunión de ministros y altos mandos del ejército que deciden la renuncia forzada de Cayo Bermudez; así como la promesa frustrada de que Ludovico ascienda por colaborar de manera clandestina en las contramanifestaciones de Arequipa.
La confluencia de experiencias y escenarios satisface la dimensión nacional de la ficción implícita en la poética de la novela total que Vargas Llosa practicaba en esos años. Del mismo modo, Conversación en La Catedral es un relato sobre la articulación polémica de la vida nacional que consigue su propósito de figurar las múltiples identidades que participan de un mismo momento y proceso histórico. Aunque se ocupa de la historia en los términos y la lógica de la modernidad tardía en el Perú, Conversación en la Catedral se ha convertido en la novela en clave realista de mayor suceso artístico puesto que figura las energías sociales de una época sin limitar la imagen que produce a una función documental o a su cruce con la historia. La vigencia de la novela se comprueba todavía a partir de los múltiples textos derivativos que intentan figurar otras crisis históricas en sus términos. A diferencia de sus epígonos, Zavala carece del amor gratuito por sí mismo de los protagonistas de novelas contemporáneas, en las que, aparte de tener un trabajo o ejercer una profesión como cualquiera, apenas han logrado nada. El desencanto ante una vida marcada por la medianía constituye la mayor expresión de la frescura que Conversación en La Catedral todavía plantea al lector contemporáneo. Para el narrador en actividad, Conversación en La Catedral sigue constituyendo la pauta de lo que un narrador debería entregar a la edad en que Vargas Llosa publicó esta novela. [José Miguel Herbozo]
[1] Apodado ‘Bola de Oro’ en la novela.
[2] Avatar ficcional de Alejandro Esparza Zañartu, quien fuera encargado de reprimir a la oposición y Ministro de Gobierno en el llamado “Ochenio” de Odría.