
Dina Ananco Ahuananchi (Bagua, 1985) es awajun por parte de padre y wampis por parte de madre, ambos pueblos de la región Amazonas en el Perú. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y una maestría en Literatura Peruana y Latinoamericana en esta misma casa de estudios. Se desempeña como traductora e intérprete de lenguas indígenas y en 2021 publicó el primer poemario peruano escrito en wampis.
Sanchiu (Pakarina Editores, 2021) introduce a Dina Ananco en la escena literaria con un poemario que le devuelve el protagonismo a la mujer. Desde la portada, la abuela de la autora da rostro y nombre al libro, y gracias a su narrativa oral ―transmitida a la nieta― nutre los poemas de mitos ancestrales y relatos: «En tus ojos conocí la historia de mis ancestros/ En tu palabra vi los caminos que recorriste/ Cómo se enfrentaban con sus enemigos/ Cómo eran sus caritas/ Qué cositas comían/ Dónde caminaban» (37). La palabra de la matriarca es fuente de conocimientos y, por ende, su muerte coloca en riesgo la pérdida de su saber: «Ahora quién nos contará», se pregunta la voz. De allí que la escritura sirva como un contenedor de su sabiduría.
Entre sus páginas ―además de la abuela― discurren nombres femeninos de la genealogía mítica wampis y awajun, que rescatan el liderazgo de estas en la formación de ambos pueblos: «Haz que Nunkui lidere/ Que ella hable, su palabra tiene poder/ Posee ideas poderosas» (41). Sin embargo, el deseo de devolverles un lugar a las mujeres choca con una realidad que las desprecia y las agrede, incluso la propia comunidad preserva algunas ideas que impiden el desarrollo de estas: «Nunca se escucha la palabra de la mujer/ Las mujeres son come piojos/ hablan sin fundamento/ No seas como una mujer/ Hablas como una mujer/ como eres mujer andas diciendo eso/ Sé hombre, suelen decir los wampis, los awajun también» (95).
El libro problematiza, además, un aspecto aún más intrincado: La identidad. ¿Dónde reside su propia identidad? ¿Qué le hace ser awajun-wampis? ¿La tinta del achiote con la que se pinta el rostro, la vestimenta tradicional (tarach), el cabello largo y negro, el coraje, la preservación de la memoria o la resistencia? A partir de una voz conflictuada por estas dudas, y por momentos en crisis, se pregunta quién soy. El alejarse o acercarse son temas que angustian su condición de migrante, ya que la hablante ―a diferencia de sus ancestros― transita entre una imagen tradicional y otra más contemporánea; se trata de una voz migrante y múltiple: “De pronto no soy yo,/ me siento lejana a mis ancestros, pero me veo tan cerca/ Me lavo la cara, me desvisto/ Me pongo los tacones/ Y el vestido rojo para mantener el color/ Mi collar de oro y unos pendientes brillantes se cuelgan en mis orejas/ Me veo hermosa/ Pienso en wampis y me digo/ ¡shirmaitjai!” (31).
Hay un pesar por abandonar a su comunidad como un equivalente de traición, debido a que su gente se caracteriza por la defensa de su territorio. Quizá por eso la voz se pregunta «¿acaso soy como el churuwi pinchu?» (47), un ave mitológica gigante que exterminaba ancestros wampis. Al parecer, distanciarse físicamente de su pueblo puede traer su desaparición en el imaginario de la hablante, por ello la migración es una mochila que pesa. La identidad no es un tema resuelto en el libro y ese es su mayor valor, ya que no cae en lugares comunes por exaltar un apresurado espíritu identitario; todo lo contrario, cuestiona e interpela fórmulas exóticas y trilladas en las que han reducido a la Amazonía. La voz se ubica en el medio de sus intuiciones y lo que los otros exigen de ella, de ahí que los poemas oscilen en la ambigüedad; hay una lucha entre amor u odio, distancia o cercanía, autonomía o prohibición, desenfado o sometimiento: «me temo a mí misma/ como a ese iwanch andante y solitario por siglos/ temo alterar el orden cósmico de cada ser/ en su espacio y su equilibrio/ en mi fuerza y mis debilidades» (55). El iwanch es el diablo, un sujeto andante, que transita de un lado a otro, como el migrante: «Que no soy de acá ni de allá. / Nací awajun y crecí wampis./ Mi adolescencia es sinónimo de la sierra./ Que Lima, una ciudad salvaje a su manera/ es mi hogar ahora.» (85)
Sanchiu es un poemario que interpela de muchas formas, incluso en su versión traducida, su variado glosario de términos awajun-wampis esfuerzan a un lector acomodado al castellano. La sintaxis wampis deja su impronta en la lengua hispana, como invadiéndola y desadoquinando el idioma, lo cual se agradece y refresca estéticamente. A pesar de que la autora domina perfectamente el español, la decisión de que su libro nazca en su lengua natal exalta una posición política. Si bien Dina Ananco ha tenido un debut literario positivo, el libro todavía exige más lecturas que problematicen temas como la identidad y la situación de la mujer en la sociedad. Es un poemario marcado por la resistencia, en medio de voces hostiles que quieren hablar por ella y que le dicen cómo debe ser. En esa lucha por darse una voz propia, sin intermediarios, la hablante se vuelve supich, es decir, yuca dura que nunca se cocina, rebelde, con pesadez en el cuerpo y en el ánimo por su propia búsqueda; no sirve para los fines asignados, más aún tratándose de una mujer que se rebela: «Nos matan cuando alzamos la voz, y cuando callamos también». La Amazonía, un tema a discusión siempre pendiente, es un espacio que padece no solo las muertes de esta actual pandemia, sino de muchas más, como denuncia el poema que cierra el libro:
El verde de la Amazonía es nuestra esperanza
¿El verde de nuestros bosques es también nuestra perdición?
Desde cada esquina
desde nuestros rincones,
desde nuestros interiores
¡resistimos!
¡resistimos siempre, a todas las pandemias!
resistimos para resistir.
soñamos para resistir
tan frágiles pero indomables
como los ríos
fluimos, fluimos. (117)
[July Solís Mendoza]